Consistirá básicamente en entrenar a una intensidad baja o media pero en un volumen importante. Esto significa que las sesiones consistirán básicamente en trabajos continuos y prolongados, a una frecuencia cardíaca de entre el 70 y el 80 % del máximo.
Si bien la duración variará en función de la prueba a disputar (no es lo mismo una carrera de varios kilómetros que una prueba de 1.500 metros) y de las condiciones del deportista (si es profesional o aficionado), la misma nunca debería ser menor a 30 minutos. En casos de personas bien entrenadas, las sesiones podrán durar horas de entrenamiento continuo, siempre que se mantengan condiciones de lactato estables.
Precisamente, al ubicarse en estos niveles el cuerpo tendrá la posibilidad de sumar varios estímulos semanales sin sobre entrenarse, por lo que en este período se podrán realizar hasta 12 sesiones en una semana. Claro está, solo en deportistas avanzados.
Entre los principales beneficios fisiológicos que se intentan alcanzar en este entrenamiento base figuran:
- Un sistema de transporte de oxígeno más eficaz, con un corazón de mayor volumen.
- Un volumen mayor de sangre.
- Una potencia aeróbica más elevada.
- Un aumento en la capacidad de los sistemas enzimáticos musculares que participan del metabolismo oxidativo.
- Mejorar la movilización y utilización de grasas.
- Adaptaciones musculares a la resistencia.
Mientras mayor base aeróbica pueda sumarse será mejor, aunque esto se verá condicionado por la duración de la temporada o del macrociclo que se haya planificado.
Así, una vez plantados cimientos sólidos se podrá seguir avanzando para mejorar le rendimiento y alcanzar la performance óptima el día de la gran carrera. Pero claro, todo comienza con un largo trabajo de fondo que, por supuesto, debe ser planificado.
Por David Flier para FitnessOnline.com.ar